Lo que el tiempo se llevó by Ward Moore

Lo que el tiempo se llevó by Ward Moore

autor:Ward Moore [Moore, Ward]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1955-01-01T00:00:00+00:00


12

Más sobre Haggershaven

Entre los camaradas, había un tal Oliver Midbin, un estudioso de lo que él prefería llamar «la nueva y revolucionaria ciencia de la Patología Emocional». Alto y delgado, con una incongruente barriga, que sobresalía como una enorme y movediza nuez de Adán, me atrapó por su cuenta, al considerarme un público preparado y atento para sus teorías.

—Mira, en este caso de pseudoafonía…

—Se refiere a la chica muda —me explicó Ace.

—Tonterías. La mudez no es ni siquiera un síntoma, sino una descripción muy imperfecta. Pseudoafonía. Es de naturaleza puramente emocional. Por supuesto, si la lleváis a un matasanos se convencerá a sí mismo, a vosotros, y desde luego a ella, de que existe un impedimento, una degeneración o una atrofia de las cuerdas vocales…

—No soy el guardián de la chica, señor Midbin…

—Doctor. Filosofía. Góttingen. Poca cosa.

—Disculpe, doctor Midbin. Pero sigo sin ser su guardián, así que no la llevaré a ninguna parte. De todos modos, sólo como una cuestión teórica, ¿qué pasaría si un examen concienzudo demostrara la existencia de lesiones físicas?

Pareció encantado, y se frotó las manos.

—Las demostraría, claro que las demostraría. Esos tipos siempre encuentran lo que buscan. Si tus deposiciones son anómalas, te encontrarán tumores en el duodeno… cuando te hagan la autopsia, claro. En vez de eso, la Patología Emocional cura las deposiciones anómalas y deja que los tumores, si existen, se cuiden de ellos mismos. La materia es un órgano de la mente. La gente es muda, ciega o sorda, con un motivo. Ahora, veamos, ¿qué motivos puede tener la chica para ser muda?

—¿No conversar? —sugerí.

No dudaba de que Midbin fuera una autoridad, pero sus modales hacían de la burla una tentación casi irresistible.

—Lo averiguaré —dijo firmemente—. Seguro que es un desajuste más sencillo que el de Bárbara…

—Oh, vamos —protestó Ace.

—Tonterías, Dorn. Tonterías oscurantistas. La reticencia es un ingrediente necesario de esas éticas médicas con las que los matasanos ocultan su incompetencia. Charlatanería para que el hombre corriente no haga preguntas embarazosas. Una aproximación clerical, no científica. Arte y misterio de la flebotomía. No ocultes los conocimientos, publícalos para el mundo.

—No creo que a Bárbara le guste eso de ver sus pensamientos privados publicados para el mundo. Hay que poner límites en alguna parte.

Midbin inclinó la cabeza a un lado, y miró a Ace como si le costara verle.

—Eso sí que es interesante, Dorn —dijo—. Me pregunto qué convierte a un buscador de conocimientos en un censor.

—¿Ahora empezará a explorar mi patología emocional?

—No es suficientemente interesante, ni de lejos. Puedo darte el diagnóstico mientras esperas en la sala. Total, un tratamiento de dos semanas. Pero Bárbara… el suyo sí que es un bonito caso. Años de tratamiento, y muy pocos síntomas de mejora. Claro que ella no querría que se supiera lo que piensa. ¿Por qué? Porque es feliz odiando a su madre muerta. La exagerada posesividad hacia su padre la deprime. Pensamientos conocidos, depresión aireada. Confusión, condena generalizada, vergüenza, vergüenza. Su fantasía…

—¡Midbin!

—Su fantasía de volver a la infancia (fascinante: el uso por parte



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